El lunar del pie

Hay muchas cosas que me empujan a escribir hoy, una de ellas es la ambición de querer mejorar, ¿a qué se parece la escritura si tuviese que definirla con una metáfora?

Les quiero contar la historia de mi lunar en el pie para poder hacer esta práctica. Tengo un lunar en el dedo corazón del pie derecho. Apareció ahí hace tres días, y la semana pasada me acuerdo que me golpeé justamente ese dedo. Pero no sé de cuál pie era. Cabe aclarar que es invierno y lo primero que pensé es que por el golpe y el frío se me había hecho esa marca bordó tornándose a marrón oscura. El tamaño y la forma de este lunar es grotesca como para no haberlo notado antes. Y esta situación me recuerda mucho a una que pase cuando era muy chica.

Había soñado que una pulga del gato de mi hermana, Pilcher, en la galería de mi abuela me saltaba, me picaba y entonces se creaba el lunar en el mismo pie derecho pero más arriba, sobre el empeine a la altura del tobillo. El lunar de ese entonces parecía una pulga y el colorcito era más claro y coincidía con el pelaje de ese animal, que era rubio y blanco. Lo peor de todo, es que yo me levanté llorando y el lunar era real. Le dije a mis padres que me saquen esa pulga desgraciada que me desesperaba muchísimo que se quedase a vivir en mi cuerpo. Estuve con ese trauma unos días, y claramente nadie me creía, aunque si me prestaron atención, era algo inverosímil. Pero para mí había sido tan vivido ese sueño que si fue una pulga o no, hasta hoy lo dudo. Pero al menos tengo mayores certezas de cómo es que aparecen los lunares. Intenté sacármela con una pincita, pero la maldita no salía, se había estampado en mi cuerpo, al día de hoy la traigo conmigo y esa es la historia de ese lunar. Fue una pulga que se tatuó en mi empeine y hay cosas que no se pueden explicar.