El encuentro con el peluquero
Mi hermana me sacó mi campera gris, que igual tenía manchas en el bolsillo y en las mangas, pero me quedaba facha. No importa, se la terminé regalando, cero drama. Esa campera me la regaló un chico que conocí este verano en la playa. Cuando decidí irme de Moreno, tuve que dejar a mis perras, mi casa e ir a trabajar. Fue el 10 de enero que arranqué hacia Aguas Verdes, nunca pensé que iba a terminar saliendo con un chico de la costa.
Fui a trabajar y a escapar de mí misma y de la ansiedad que estar de vacaciones me generaba. Hacía poco me había separado y todavía no tenía cerrada muy bien la herida. Irme a la costa siempre me hacía feliz porque allá la vida era diferente. La realidad se volvía más alegre y sociable. Capaz era gracias al verano y a que la gente estaba de vacaciones; o era el lugar, que se sentía mágico.
Siempre me enamoraba en la playa, tengo que decirlo. Mi hermana, la que vivía en la costa, dijo una vez que en verano las cosas pasan más rápido, se refería a las relaciones interpersonales, porque como estamos siempre en maya, se da la cuestión más fácil. ¡Jajajá! Es gracioso, pero tenía una pizca de verdad, por alguna razón las cosas fluían mejor cerca del mar.
Así fue como lo conocí a Juan. Una noche de cumpleaños, de un pibe random de la costa, que andaba chongueando con una amiga llamada Didi.
En esa reunión yo brillaba, me veía espectacular, me sentía superbonita, y que atraía a todo el mundo. Pero a la vez también estaba supertímida: andaba medio en duda y sensible porque estaba menstruando —«doble combinación»—. Así que sentía que tenía todo el poder (sexual) y a la vez solo quería estar durmiendo en una nube. Igual lo disfruté bastante la noche, aunque me hubiera gustado poder ser más social y haber bailado más, pero mi cuerpito estaba en otra.
En ese contexto lo conocí, empezamos a hablar y me convidó vino. Teníamos muchas cosas en común, ya zarpado. Y no fue hasta re después que me di cuenta de que estaba usando la camiseta del rojo. No se notaba porque era negra. De coincidir en todo a ser antagonistas hay un solo paso. También ocurría que él es de Aries y yo de Libra, los opuestos complementarios.
Igual no era tan lindo, pero había mucha onda. Con cierta luz me gustaba, después se reía y ya no. Dudas, como lo dije antes. Igual me quedé la noche entera con él. Me pintaba chapármelo, pero también sentía cómo todos me miraban. Y que si lo hacía, iba a perder esa atracción que generaba en los otros hombres, siempre pilla yo.
Una vez que se fueron la mayoría. Él bajó y yo entré al baño. Cuando salí ya no estaba más, «me voy a dormir», le digo a mi amiga: "¿puedo quedarme en tu camioneta?". Le costó, pero al final me dio la llave. Me fui a la Bichy, que así la apodaba ella, y al bajar, vi que Juan llegaba a la esquina, entonces le hago señas de que venga. Justo se había dado vuelta y me miró.