por Fiona Sol Marchese
Los pájaros me echaron,
dicen que no puedo cantar mejor que ellos
¿o peor?, no les entiendo bien todavía.
A más de uno han picoteado por hacerse el acalorado;
yo les comparto migajas
y cada que puedo, un oído manso.
Te he visto, navegante.
En las sombras sucumbiste
en el pliegue de tu herida.
El sofrito repiquetea en mi estómago.
Una especie de recordatorio biológico
de no comer porquerías.
No me ve, está dormida;
la empujo a cantar en la noche.
La nariz que se le arruga,
como si algo le picase en la cara.
Tan bella.
ve, está dormida
arruga la nariz
y nos espia
Te llevaste mi salud,
junto con la mejor parte.
sacandolo y sellandolo al vacío
voy a encontrar: lo mejor de mi,
¡viva!
amo esta parte
en que se me congelan los dedos.
los ojos me pesan
las fuentes me miran,
no querían que las vaciara
me caigo
y me desvanezco,
me deshago.
Me vuelvo a preguntar
si me estoy perdiendo
o me estoy encontrando.
un discurso chato
aunque nunca fue
me voy a dar lo mejor siempre
me lo prometo.
No ni te extraño ya,
a veces te odio.
Cedo,
me acerco
y me hago la amiga.
Me ayuna la noche entera.
Me abre las costillas y las vuelve a cerrar;
les da aire
para que sanen.
Hay una voz
diferente
para cada flecha de amor.
Nos encierra la fuerza;
poder ser y estar comunal,
común incólume,
cómo si pudieras solo disfrutar
y no engañar.
la luz palpaba
tu indumentaria fina
digna la noche
te fuiste solo
inundando mi paz
no te quedaste
dudás en guardia
ella no nos conoce
es diminuta
la suma culpa
alista sus atuendos
escupe llama
exhuman humo
de sus cuerpos humanos
exhuman velas
docenas eran
mas nunca podrán ser
ni saber más
Coronado en
corolario cerrado
ficando anturio
me desmayé
en la playa en bombacha
besé tu boca
cambia de palo
como con la marea
produce arreas
el estómago
campeón colgó broza,
controló broncas
en tu cuarto vivo
te entretengo, bebo
en tanto, leo
(esta mal)
—Me amo — dijo con alivio.
Domingo dominguero
suena el tambor del invierno
volviendo al centro de la tierra
hay cosas que solo se pueden observar
con la percepción alterada;
con la sustancia correcta.
El mundo mágico y el onírico
sobre todo, el mundo simbólico
solo nos habla directo
cuando somos por completo vulnerables.
Tertulias y recargas de sube
Galo cuenta un chiste
y nos reímos aunque sea triste.
Sopla la sopa incauta;
la nariz pica sin pausa;
la lombriz, loca astuta,
labura más que todos nosotros.
Ya no hay hojas amarillas,
ni verdes ni rojas en los árboles
ahora quedan los vestidos:
los trapos y las ropas grises
que se le quedaron atrapados en las ramas a la muerte,
cuando anduvo por acá
y no fue hace mucho.
Antes nunca nos había visitado
—Un placer conocerla, actúe rápido
y no deje muchas manchas por favor.
—La tierra espera por su abono —nos dijo.
Aunque nunca había esperado tanto
—Aquí nadie la mandó a llamar.
Somos devotos de usted, por supuesto.
Pero qué necesidad de hacerlo todo junto,
tan apretado,
como para que no haya recados,
como para que nos acompañemos
con mi madre en el dolor y la pérdida,
para que crucemos heridas en lugar de espadas
y luchemos por nosotras mismas.
¡Dios mío, la biblia!:
el cuento de ninguna
niña en la puna.
en la vereda
tus sueños, los abuelos
cerveza fría
a su altura
reboza quietud
desde su hermosura
oscura sucia
pecás de ser absurda
lamés las manos
_Este capítulo está vacío._
_Este capítulo está vacío._
_Este capítulo está vacío._
_Este capítulo está vacío._
_Este capítulo está vacío._
_Este capítulo está vacío._
La almohada de plumas
que era de nosotros dos
ya no guarda chocolates
ni gritos ahogados
ni películas tristes
ni hamburguesas en la cama
o caricias felices.
Ya no guarda mordidas desarmadas
y gemidos irreproducibles
Ya no guarda todo esto;
ahora es sólo espuma triste.
Color rosa que es más marrón
que todas mis lágrimas guardó
o calló
y por eso ahora ya no tiene más nada
ya no guarda más nada.